Desde pequeña, soñaba con el príncipe azul que me rescataría y con el cual “viviría feliz para siempre”.  Y sonaba perfecto en mi cabeza y como un cuento de hadas y sí, realmente solo era eso, un cuento. 

Porque conforme vamos creciendo nos damos cuenta de que las relaciones durarán lo que tengan que durar y eso será nuestro “para siempre”, pues es más sano terminar una relación cuando nos dimos cuenta que ya no está funcionando, que ya no nos sentimos agusto o cuando simplemente dejamos de sentir algo por la persona.

Es sano y está bien, abandonar nuestra relación cuando simplemente lo sentimos correcto, aunque le prometimos a la otra persona que estaríamos con ellos para “siempre”, en realidad sí lo estamos cumpliendo porque el tiempo es relativo. Un para siempre puede significar una semana, un mes o incluso años y nunca estaremos fallando. 

Nos estaremos fallando cuando por no sentirnos fracasados nos quedemos en relaciones dañinas o que nos hacen mal solo porque así nos lo contaron o para no sentirnos solos.  

Tenemos que abandonar la idea de que debemos quedarnos con alguien toda nuestra vida, solo porque así debe ser. 

Nos debemos quedar solo;  si es una relación que nos aporta y nos hace crecer, claro que es posible quedarnos mucho tiempo, incluso el resto de nuestra vida y eso también es válido y bonito. 

Pero cuando es todo lo contrario, puedes salir y ser feliz por tu cuenta. Nadie tiene la responsabilidad de hacernos felices, solo nos acompañan en el proceso y nosotros los acompañamos a ellos. 

Pero tenemos que recordar que no somos damiselas en peligro, somos personas totalmente capaces de ser y hacer lo que nosotros queramos. 

Así que no tengas miedo de salir de una relación que ya no te complace, hay más cosas por vivir y conocer y si en el camino alguien quiere acompañarte, disfrutalo mientras dure y mientras te sientas bien, tu paz mental es mucho más importante que cualquier otra cosa. 

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